"Consecuencias epidemiológicas de la conquista de América". Por el Eduardo Estrella*.
Ex - Director del Departamento de Humanidades Médicas de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Quito, Ecuador.
Introducción
Hay datos históricos que confirman que en el año 1526, antes de que se inicie la conquista española del imperio incaico, se desató en los Andes la primera gran epidemia que mató a miles de indígenas carentes de defensas frente a esta nueva enfermedad. La mayor parte de los tratadistas consideran que esta epidemia fue por viruela 1-. Los habitantes del Nuevo Mundo, dice Mac Nelly, no eran portadores de ninguna infección grave que pudiera ser contagiada a los europeos y africanos que llegaron a sus tierras. Al contrario, la brusca confrontación con una larga lista de infecciones que europeos y africanos habían ido recogiendo a lo largo de miles de años, provocó el desastre demográfico en los aborígenes americanos. Las razones de este desequilibrio son bastante comprensibles, ya que en comparación con la complejidad ecológica del Viejo Mundo, el Nuevo no era más que una enorme y vulnerable isla y el nivel escasamente desarrollado de enfermedades entre los americanos fue solo un aspecto de la vulnerabilidad biológica general, pero este aspecto tuvo consecuencias particularmente drásticas para la vida humana. Es conocido que la migración del hombre y de sus enfermedades es la mayor causa de la presencia de epidemias. Cuando se produce una migración, aquellos individuos que han estado largamente aislados son los que más sufren, porque su material genético no ha tenido contacto con las enfermedades alejadas de su entorno geográfico. Los aborígenes americanos, tuvieron el fatal privilegio de su aislamiento del resto de la humanidad, por lo que las enfermedades graves y mortales del Viejo Mundo fueron más mortíferas en el Nuevo y comparativamente aquellos trastornos benignos en Europa, se tornaron mortales en América.
La influenza suina mata a los indios de Santo Domingo.
Se cree que la primera epidemia que se desató en la Isabela en diciembre de 1493, afectando a Colón y sus compañeros del segundo viaje, pudo haber sido de influenza. La enfermedad apareció el 9 de diciembre de 1493, al día siguiente del desembarco de los 1500 hombres y animales domésticos que llevaban para su reproducción en las nuevas tierras. Bruscamente la gente comenzó a caer enferma con fiebre elevada y gran postración; la infección contagió a los indígenas de la isla que murieron en gran número. Según Guerra, la epidemia de la isla Isabela tenía todas las características para ser catalogada como influenza, en la cual además habrían participado activamente como reservorios y difusores del virus no solo los hombres sino los cerdos que trasportaban. Para este autor, la importancia de la influenza se vislumbra en su impacto sobre la población indígena de Santo Domingo calculada en 1493 en 1.100.000 habitantes. De éstos, en 1506 quedaban 350.000, en 1510 se calculaban 16.000 y en 1517 no llegaban a 10.000. Si bien dicha enfermedad pudo haber sido una causa notable de este descenso demográfico, no hay que olvidar la intercurrencia de otras enfermedades, el hambre y la violencia que se ejerció sobre el indígena. Luego de su trágica visita de 1493, la influenza nunca dejó en paz a la población americana: nuevas y devastadoras pandemias y epidemias se presentaron a partir del siglo XVI. Varios autores sugieren que entre 1558 y 1559 se desató una pandemia de influenza en la mayor parte de los territorios americanos conquistados 4 . Probablemente fue una extensión de la epidemia que en 1557 azotaba a varios países europeos, no siendo difícil pensar en su traslado al Nuevo Mundo dada la intensa comunicación establecida en esa época.
El viaje sin retorno de la viruela.
De todas las enfermedades que hicieron el viaje transoceánico, la viruela fue la que ocasionó mayor mortalidad y desolación, siendo una de las causas directas del descenso de la población indígena americana. El primer ataque se produjo entre diciembre de 1518 y enero de 1519 cuando la viruela apareció entre los indios de Santo Domingo, traída según el padre Las casas, desde Castilla. Se infectaron también algunos españoles, pero ninguno falleció; en cambio la infección desbastó a la población indígena, ensañándose de tal manera que solo logró sobrevivir un millar de indios. En cuestión de días la epidemia se extendió a Puerto Rico. Los indios Arawaks estaban ya debilitados y moribundos por los desconocidos males que se sucedían sin descanso por las islas antillanas, actuando como reservorios de la pestilencia en la que los conquistadores encontraron un invisible aliado biológico para su asalto final a estas tierras4. Desde las Antillas, la viruela viajó a México de la mano de una expedición de socorro que se unió a Cortés en 1520, siendo una de las diez plagas que asolaron a los mexicanos. La introducción del virus variológico cambió la historia de la conquista, pues ocurrió en el momento en que el pueblo azteca había expulsado de Tenochtitlán a los intrusos. Comenzó en el mes de setiembre y duró unos dos meses, coincidiendo con la huida de Cortés y sus compañeros de esa ciudad. La epidemia le dio tiempo para reponerse mientras enfermaban y morían decenas de miles de indígenas, entre ellos Cuitláhuac, hermano de Monctezuma, que le había sucedido en la jefatura del imperio. Los españoles identificaron rápidamente la enfermedad, muy conocida en Europa, mientras los indígenas que la desconocían le asignaron la denominación de hueyzahuatl (gran lepra) . Así la desesperación cundió entre los aztecas, que moribundos e inermes fueron fácil presa de los conquistadores. Sus dioses abdicaron, y los ayunos, ofrendas y abstinencias fracasaban. Por donde quiera que cruzaba el hombre blanco llegaban males desconocidos, y como regalo de un Dios extraño, estas enfermedades que no tenían respuesta con sus medicinas, ni con sus curanderos y chamanes, terminaban instalándose en sus tierras y en su gente. La viruela no se detuvo en el México Central, sino que se trasladó a Guatemala donde apareció en el mismo año de 1520, atacando a los indígenas Cakchiqueles que murieron en gran número. La pestilencia continuó aparentemente por Centroamérica alcanzando el Imperio Incaico entre 1524 y 1526, cruzando posiblemente por mar desde Panamá 6. Los indígenas estaban persuadidos de que la presencia de estas nuevas enfermedades era producto de un castigo divino. Para ellos el nuevo Dios que traían los europeos, enojado por sus idolatrías profanas y sus pecados mundanos, les enviaba el flagelo de la enfermedad para que expiaran sus ofensas y se convirtieran a la nueva religión. Ello se acentuaba aún más debido a que los españoles eran inmunes a la enfermedad que se ensañaba en los indios. Armas letales, caballos, enfermedades y un Dios extraño y castigador acabaron con la resistencia indígena 3.
La primera epidemia de sarampión en el Nuevo Mundo.
Reponiéndose aún los nativos del impacto de la epidemia de viruela del período 1518-1526, llegó para desgracia de ellos una nueva enfermedad: el sarampión, que se expandió desde México hasta el Perú entre 1530-1531. Esta enfermedad fue traída al continente por los españoles quienes la habían adquirido en las islas del Caribe, donde tuvo efectos catastróficos, reportándose que las dos terceras partes de los indígenas que aún quedaban en Cuba, murieron por sarampión en 1529. En México el brote produjo estragos principalmente entre los niños, pero la mortalidad no fue comparable a la de la viruela. Quizás por ello los nativos le denominaron tepitonzahuatl (pequeña lepra) 9. Los episodios se repitieron en Guatemala, Nicaragua y Panamá, donde las autoridades coloniales alegaban que no solo mataba a los indios, sino que dejaba muy exhaustos a los sobrevivientes, por lo que no podían trabajar para los conquistadores. El paso del sarampión hacia la región Andina se cree pudo haberse establecido desde Panamá hasta la región de los Chibchas en Colombia, continuando hacia el sur a las comunidades dependientes de los Incas. Esta enfermedad, por la facilidad de su transmisión, quedó impregnada en el Nuevo Mundo como un azote permanente para la población, en especial para los niños.
Piojos, ratas y tifus a uno y otro lado del océano.
Las rickettsias son los agentes responsables del tifus, una de las plagas de la humanidad que siempre ha acompañado a las guerras, hambrunas y desastres naturales. Esta enfermedad prevaleció tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo. En 1489 el tifus fue introducido desde Chipre a España y en ese mismo año 17.000 soldados de los ejércitos de los Reyes Católicos que luchaban contra los moros murieron a causa de esta infección. Conocida también con el nombre de modorra acompañó a los navegantes en el descubrimiento y conquista de América, por lo que algunos autores opinan que la infección fue introducida en América en esos años11. Después de la conquista se habla de tifus en México en 1526, 1533, 1536, 1564, 1588 y probablemente entre 1596-96. En la época colonial se le conoció con el nombre de tabardillo o tabardete 8-12. La infección trasmitida por piojos fue conocida por los Incas con el nombre de occelasta, y se cree que las epidemias fueron frecuentes en algunos lugares, especialmente en las sierras. Los Aztecas le denominaron matlazahuatl y se presentaba en brotes epidémicos.
Otras enfermedades.
La incorporación de las poblaciones americanas a las cadenas de infección del Viejo Mundo, trajo también como complemento algunas enfermedades endémicas relativamente triviales, que en este nuevo medio se convirtieron en afecciones letales, por la carencia de inmunidad de los indígenas: difteria, parotiditis, varicela, etc. La trilogía viruela, sarampión, varicela se convirtió en huésped de las familias del Nuevo Mundo. Muchas veces la enfermedad se quedaba sin una identificación precisa, tal era el caso de los cocoliztles de los mexicanos entre los años 1545-1576. En 1545 se calcula que fallecieron 800.000 personas y en 1576 los muertos por cocoliztles rondaron los 2 millones. Según Viesca, existiría la posibilidad que se tratara de otra virosis hecha epidémica por la confluencia de mutaciones y circunstancias históricas 8. El perfil epidemiológico de América se complementó, a partir de la conquista, con el aporte de enfermedades trasmisibles de origen africano, siendo las principales la malaria y la fiebre amarilla. En relación a la malaria, su existencia anterior a 1492 es discutida. También se ha discutido mucho sobre la posibilidad de que la epidemia desatada en la Isabela el 9 de diciembre de 1493, durante el segundo viaje de Colón, fuera de malaria. En contra de esta sugerencia está el hecho de que el propio Colón estuvo en esta zona durante su primer viaje, anotando en su diario que ninguno de sus compañeros había enfermado de mal alguno, lo que no habría sido posible de haber existido malaria endémica en la isla 5-13. Igualmente, en el caso de la región Andina, la posibilidad de que la quina (Cinchona spp) hubiese sido usada en épocas prehispánicas para el tratamiento de las fiebres palúdicas, ha sido descartada, quedando la sugerencia de que la mencionada corteza pudo haber sido aplicada en otros trastornos febriles 14. Al parecer, la malaria es una recién llegada al escenario americano. Las investigaciones sobre la distribución de rasgos genéticos humanos vinculados a la tolerancia ante la infección malárica, parecen haber estado ausentes en la población americana, de ahí la virulencia de la infección y los estragos que causó en los nativos. Los parásitos del paludismo que infectan a los monos salvajes de América parecen ser idénticos a los del Viejo Mundo, ya que son trasferencias de corrientes sanguíneas humanas. Ni el hombre ni el mono albergaban esos parásitos antes del descubrimiento de América 3. Con toda seguridad, el paludismo fue trasportado a América desde Europa o más precisamente desde África, a partir del 3er. Viaje de Colón que tocó las islas del Cabo Verde en 1498. Sobre la fiebre amarilla, Henry Carter concluyó, contra lo que se afirmaba hasta entonces, que esta enfermedad era originaria del África Occidental y que fue llevada a las Antillas y al Golfo de México en barcos que trasportaban esclavos negros, lo cual confirma que no era una enfermedad americana 15. Después de 1648 la fiebre amarilla se estableció en las Antillas y puertos del Golfo de México, embarcándose con frecuencia desde allí hacia otros puertos americanos y europeos. Según Mc Neill, en aquellas regiones del Nuevo Mundo donde las infecciones tropicales procedentes de África pudieron establecerse libremente (sumándose a otras enfermedades de origen europeo), el resultado fue la destrucción casi total de la población amerindia preexistente. En cambio, en aquellas regiones donde las infecciones tropicales no pudieron penetrar, como la meseta central de México y el altiplano andino, la destrucción de las poblaciones aborígenes fue menos completa.
Referencias:
León Luis: Enfermedad y muerte de Huayna-Cápac. Rev. Ecuatoriana de Medicina y Ciencias Biológicas. Quito. 21 (2): 99-123 (1985).
2 Cieza de León, P.: El señorío de los Incas. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. (1967).
3 Mc Neill, William: Plagas y Pueblos. Madrid: Siglo XXI. (1984).
4 Crosby Alfred: The Columbian Exchange. Biological and Cultural Consequenses of 1492. Westport (Connecticut): Greenwood Press. (1972).
5 Guerra Francisco: El intercambio epidemiológico tras el descubrimiento de América. En: Anales de las Primeras Jornadas de Historia de la Medicina Hispanoamericana. Cádiz, pp. 19-40 (1983).
6 Dobyns Henry: An outline of Andean Epidemic History to 1720. Bulletin of History of Medicine. 37 (6): 493-515 (1963).
7 Mc Bride Wester: Influenza in Guatemala during the sixteenth century. Bulletin of History of Medicine.
8: 296-302 (1940).
8 Viesca C.: Las Enfermedades. En: Historia General de la Medicina en México. Univ. Nacional Autónoma de México. 1: 93-109 (1990).
9 Somolinos D’Ardois G.: La viruela en la Nueva España. En: Ensayos sobre la historia de las epidemias en México. Inst. Mexicano de Seguro Social, 1: 237-48 (1982).
10Bustamante Miguel: La fiebre amarilla en México y su origen en América. En: Ensayos sobre la historia de las epidemias en México. Inst. Mexicano de Seguro Social. 1: 19-36 (1982).
11 Schreiber, Werner y Mathis, Friedrich K.: Infectio. Basilea, Editores Roche (1987).
12 Malvido Elsa: Efecto de las epidemias y hambrunas en la población colonial de México (1519-1810). En: Ensayos sobre la Historia de las Epidemias en México. Inst. Mexicano de Seguro Social. 1: 179-197 (1982).
13 Jarcho Saúl: Some observations on desease in Prehistoric North America. Bulletin of History of Medicine. 38 (1): 1-19 (1964).
14 Estrella Eduardo: La Medicina en el Ecuador Prehispánico. Quito: Ed. Belén. (1992).
15 Carter Henry: Yellow fever: an epidemiological and historical study of its place of origen. Baltimore, 1992
Ex - Director del Departamento de Humanidades Médicas de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Quito, Ecuador.
Introducción
Hay datos históricos que confirman que en el año 1526, antes de que se inicie la conquista española del imperio incaico, se desató en los Andes la primera gran epidemia que mató a miles de indígenas carentes de defensas frente a esta nueva enfermedad. La mayor parte de los tratadistas consideran que esta epidemia fue por viruela 1-. Los habitantes del Nuevo Mundo, dice Mac Nelly, no eran portadores de ninguna infección grave que pudiera ser contagiada a los europeos y africanos que llegaron a sus tierras. Al contrario, la brusca confrontación con una larga lista de infecciones que europeos y africanos habían ido recogiendo a lo largo de miles de años, provocó el desastre demográfico en los aborígenes americanos. Las razones de este desequilibrio son bastante comprensibles, ya que en comparación con la complejidad ecológica del Viejo Mundo, el Nuevo no era más que una enorme y vulnerable isla y el nivel escasamente desarrollado de enfermedades entre los americanos fue solo un aspecto de la vulnerabilidad biológica general, pero este aspecto tuvo consecuencias particularmente drásticas para la vida humana. Es conocido que la migración del hombre y de sus enfermedades es la mayor causa de la presencia de epidemias. Cuando se produce una migración, aquellos individuos que han estado largamente aislados son los que más sufren, porque su material genético no ha tenido contacto con las enfermedades alejadas de su entorno geográfico. Los aborígenes americanos, tuvieron el fatal privilegio de su aislamiento del resto de la humanidad, por lo que las enfermedades graves y mortales del Viejo Mundo fueron más mortíferas en el Nuevo y comparativamente aquellos trastornos benignos en Europa, se tornaron mortales en América.
La influenza suina mata a los indios de Santo Domingo.
Se cree que la primera epidemia que se desató en la Isabela en diciembre de 1493, afectando a Colón y sus compañeros del segundo viaje, pudo haber sido de influenza. La enfermedad apareció el 9 de diciembre de 1493, al día siguiente del desembarco de los 1500 hombres y animales domésticos que llevaban para su reproducción en las nuevas tierras. Bruscamente la gente comenzó a caer enferma con fiebre elevada y gran postración; la infección contagió a los indígenas de la isla que murieron en gran número. Según Guerra, la epidemia de la isla Isabela tenía todas las características para ser catalogada como influenza, en la cual además habrían participado activamente como reservorios y difusores del virus no solo los hombres sino los cerdos que trasportaban. Para este autor, la importancia de la influenza se vislumbra en su impacto sobre la población indígena de Santo Domingo calculada en 1493 en 1.100.000 habitantes. De éstos, en 1506 quedaban 350.000, en 1510 se calculaban 16.000 y en 1517 no llegaban a 10.000. Si bien dicha enfermedad pudo haber sido una causa notable de este descenso demográfico, no hay que olvidar la intercurrencia de otras enfermedades, el hambre y la violencia que se ejerció sobre el indígena. Luego de su trágica visita de 1493, la influenza nunca dejó en paz a la población americana: nuevas y devastadoras pandemias y epidemias se presentaron a partir del siglo XVI. Varios autores sugieren que entre 1558 y 1559 se desató una pandemia de influenza en la mayor parte de los territorios americanos conquistados 4 . Probablemente fue una extensión de la epidemia que en 1557 azotaba a varios países europeos, no siendo difícil pensar en su traslado al Nuevo Mundo dada la intensa comunicación establecida en esa época.
El viaje sin retorno de la viruela.
De todas las enfermedades que hicieron el viaje transoceánico, la viruela fue la que ocasionó mayor mortalidad y desolación, siendo una de las causas directas del descenso de la población indígena americana. El primer ataque se produjo entre diciembre de 1518 y enero de 1519 cuando la viruela apareció entre los indios de Santo Domingo, traída según el padre Las casas, desde Castilla. Se infectaron también algunos españoles, pero ninguno falleció; en cambio la infección desbastó a la población indígena, ensañándose de tal manera que solo logró sobrevivir un millar de indios. En cuestión de días la epidemia se extendió a Puerto Rico. Los indios Arawaks estaban ya debilitados y moribundos por los desconocidos males que se sucedían sin descanso por las islas antillanas, actuando como reservorios de la pestilencia en la que los conquistadores encontraron un invisible aliado biológico para su asalto final a estas tierras4. Desde las Antillas, la viruela viajó a México de la mano de una expedición de socorro que se unió a Cortés en 1520, siendo una de las diez plagas que asolaron a los mexicanos. La introducción del virus variológico cambió la historia de la conquista, pues ocurrió en el momento en que el pueblo azteca había expulsado de Tenochtitlán a los intrusos. Comenzó en el mes de setiembre y duró unos dos meses, coincidiendo con la huida de Cortés y sus compañeros de esa ciudad. La epidemia le dio tiempo para reponerse mientras enfermaban y morían decenas de miles de indígenas, entre ellos Cuitláhuac, hermano de Monctezuma, que le había sucedido en la jefatura del imperio. Los españoles identificaron rápidamente la enfermedad, muy conocida en Europa, mientras los indígenas que la desconocían le asignaron la denominación de hueyzahuatl (gran lepra) . Así la desesperación cundió entre los aztecas, que moribundos e inermes fueron fácil presa de los conquistadores. Sus dioses abdicaron, y los ayunos, ofrendas y abstinencias fracasaban. Por donde quiera que cruzaba el hombre blanco llegaban males desconocidos, y como regalo de un Dios extraño, estas enfermedades que no tenían respuesta con sus medicinas, ni con sus curanderos y chamanes, terminaban instalándose en sus tierras y en su gente. La viruela no se detuvo en el México Central, sino que se trasladó a Guatemala donde apareció en el mismo año de 1520, atacando a los indígenas Cakchiqueles que murieron en gran número. La pestilencia continuó aparentemente por Centroamérica alcanzando el Imperio Incaico entre 1524 y 1526, cruzando posiblemente por mar desde Panamá 6. Los indígenas estaban persuadidos de que la presencia de estas nuevas enfermedades era producto de un castigo divino. Para ellos el nuevo Dios que traían los europeos, enojado por sus idolatrías profanas y sus pecados mundanos, les enviaba el flagelo de la enfermedad para que expiaran sus ofensas y se convirtieran a la nueva religión. Ello se acentuaba aún más debido a que los españoles eran inmunes a la enfermedad que se ensañaba en los indios. Armas letales, caballos, enfermedades y un Dios extraño y castigador acabaron con la resistencia indígena 3.
La primera epidemia de sarampión en el Nuevo Mundo.
Reponiéndose aún los nativos del impacto de la epidemia de viruela del período 1518-1526, llegó para desgracia de ellos una nueva enfermedad: el sarampión, que se expandió desde México hasta el Perú entre 1530-1531. Esta enfermedad fue traída al continente por los españoles quienes la habían adquirido en las islas del Caribe, donde tuvo efectos catastróficos, reportándose que las dos terceras partes de los indígenas que aún quedaban en Cuba, murieron por sarampión en 1529. En México el brote produjo estragos principalmente entre los niños, pero la mortalidad no fue comparable a la de la viruela. Quizás por ello los nativos le denominaron tepitonzahuatl (pequeña lepra) 9. Los episodios se repitieron en Guatemala, Nicaragua y Panamá, donde las autoridades coloniales alegaban que no solo mataba a los indios, sino que dejaba muy exhaustos a los sobrevivientes, por lo que no podían trabajar para los conquistadores. El paso del sarampión hacia la región Andina se cree pudo haberse establecido desde Panamá hasta la región de los Chibchas en Colombia, continuando hacia el sur a las comunidades dependientes de los Incas. Esta enfermedad, por la facilidad de su transmisión, quedó impregnada en el Nuevo Mundo como un azote permanente para la población, en especial para los niños.
Piojos, ratas y tifus a uno y otro lado del océano.
Las rickettsias son los agentes responsables del tifus, una de las plagas de la humanidad que siempre ha acompañado a las guerras, hambrunas y desastres naturales. Esta enfermedad prevaleció tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo. En 1489 el tifus fue introducido desde Chipre a España y en ese mismo año 17.000 soldados de los ejércitos de los Reyes Católicos que luchaban contra los moros murieron a causa de esta infección. Conocida también con el nombre de modorra acompañó a los navegantes en el descubrimiento y conquista de América, por lo que algunos autores opinan que la infección fue introducida en América en esos años11. Después de la conquista se habla de tifus en México en 1526, 1533, 1536, 1564, 1588 y probablemente entre 1596-96. En la época colonial se le conoció con el nombre de tabardillo o tabardete 8-12. La infección trasmitida por piojos fue conocida por los Incas con el nombre de occelasta, y se cree que las epidemias fueron frecuentes en algunos lugares, especialmente en las sierras. Los Aztecas le denominaron matlazahuatl y se presentaba en brotes epidémicos.
Otras enfermedades.
La incorporación de las poblaciones americanas a las cadenas de infección del Viejo Mundo, trajo también como complemento algunas enfermedades endémicas relativamente triviales, que en este nuevo medio se convirtieron en afecciones letales, por la carencia de inmunidad de los indígenas: difteria, parotiditis, varicela, etc. La trilogía viruela, sarampión, varicela se convirtió en huésped de las familias del Nuevo Mundo. Muchas veces la enfermedad se quedaba sin una identificación precisa, tal era el caso de los cocoliztles de los mexicanos entre los años 1545-1576. En 1545 se calcula que fallecieron 800.000 personas y en 1576 los muertos por cocoliztles rondaron los 2 millones. Según Viesca, existiría la posibilidad que se tratara de otra virosis hecha epidémica por la confluencia de mutaciones y circunstancias históricas 8. El perfil epidemiológico de América se complementó, a partir de la conquista, con el aporte de enfermedades trasmisibles de origen africano, siendo las principales la malaria y la fiebre amarilla. En relación a la malaria, su existencia anterior a 1492 es discutida. También se ha discutido mucho sobre la posibilidad de que la epidemia desatada en la Isabela el 9 de diciembre de 1493, durante el segundo viaje de Colón, fuera de malaria. En contra de esta sugerencia está el hecho de que el propio Colón estuvo en esta zona durante su primer viaje, anotando en su diario que ninguno de sus compañeros había enfermado de mal alguno, lo que no habría sido posible de haber existido malaria endémica en la isla 5-13. Igualmente, en el caso de la región Andina, la posibilidad de que la quina (Cinchona spp) hubiese sido usada en épocas prehispánicas para el tratamiento de las fiebres palúdicas, ha sido descartada, quedando la sugerencia de que la mencionada corteza pudo haber sido aplicada en otros trastornos febriles 14. Al parecer, la malaria es una recién llegada al escenario americano. Las investigaciones sobre la distribución de rasgos genéticos humanos vinculados a la tolerancia ante la infección malárica, parecen haber estado ausentes en la población americana, de ahí la virulencia de la infección y los estragos que causó en los nativos. Los parásitos del paludismo que infectan a los monos salvajes de América parecen ser idénticos a los del Viejo Mundo, ya que son trasferencias de corrientes sanguíneas humanas. Ni el hombre ni el mono albergaban esos parásitos antes del descubrimiento de América 3. Con toda seguridad, el paludismo fue trasportado a América desde Europa o más precisamente desde África, a partir del 3er. Viaje de Colón que tocó las islas del Cabo Verde en 1498. Sobre la fiebre amarilla, Henry Carter concluyó, contra lo que se afirmaba hasta entonces, que esta enfermedad era originaria del África Occidental y que fue llevada a las Antillas y al Golfo de México en barcos que trasportaban esclavos negros, lo cual confirma que no era una enfermedad americana 15. Después de 1648 la fiebre amarilla se estableció en las Antillas y puertos del Golfo de México, embarcándose con frecuencia desde allí hacia otros puertos americanos y europeos. Según Mc Neill, en aquellas regiones del Nuevo Mundo donde las infecciones tropicales procedentes de África pudieron establecerse libremente (sumándose a otras enfermedades de origen europeo), el resultado fue la destrucción casi total de la población amerindia preexistente. En cambio, en aquellas regiones donde las infecciones tropicales no pudieron penetrar, como la meseta central de México y el altiplano andino, la destrucción de las poblaciones aborígenes fue menos completa.
Referencias:
León Luis: Enfermedad y muerte de Huayna-Cápac. Rev. Ecuatoriana de Medicina y Ciencias Biológicas. Quito. 21 (2): 99-123 (1985).
2 Cieza de León, P.: El señorío de los Incas. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. (1967).
3 Mc Neill, William: Plagas y Pueblos. Madrid: Siglo XXI. (1984).
4 Crosby Alfred: The Columbian Exchange. Biological and Cultural Consequenses of 1492. Westport (Connecticut): Greenwood Press. (1972).
5 Guerra Francisco: El intercambio epidemiológico tras el descubrimiento de América. En: Anales de las Primeras Jornadas de Historia de la Medicina Hispanoamericana. Cádiz, pp. 19-40 (1983).
6 Dobyns Henry: An outline of Andean Epidemic History to 1720. Bulletin of History of Medicine. 37 (6): 493-515 (1963).
7 Mc Bride Wester: Influenza in Guatemala during the sixteenth century. Bulletin of History of Medicine.
8: 296-302 (1940).
8 Viesca C.: Las Enfermedades. En: Historia General de la Medicina en México. Univ. Nacional Autónoma de México. 1: 93-109 (1990).
9 Somolinos D’Ardois G.: La viruela en la Nueva España. En: Ensayos sobre la historia de las epidemias en México. Inst. Mexicano de Seguro Social, 1: 237-48 (1982).
10Bustamante Miguel: La fiebre amarilla en México y su origen en América. En: Ensayos sobre la historia de las epidemias en México. Inst. Mexicano de Seguro Social. 1: 19-36 (1982).
11 Schreiber, Werner y Mathis, Friedrich K.: Infectio. Basilea, Editores Roche (1987).
12 Malvido Elsa: Efecto de las epidemias y hambrunas en la población colonial de México (1519-1810). En: Ensayos sobre la Historia de las Epidemias en México. Inst. Mexicano de Seguro Social. 1: 179-197 (1982).
13 Jarcho Saúl: Some observations on desease in Prehistoric North America. Bulletin of History of Medicine. 38 (1): 1-19 (1964).
14 Estrella Eduardo: La Medicina en el Ecuador Prehispánico. Quito: Ed. Belén. (1992).
15 Carter Henry: Yellow fever: an epidemiological and historical study of its place of origen. Baltimore, 1992
EL KUNUMI
me sirvio mucho para mi tarea.
ResponderEliminargracias
esta orrible la imagen de la viruela pobres personas
ResponderEliminargracias por la informacion me es muy util ;)
ResponderEliminarMUY BUENA INFORMACION .GRACIAS. COLOMBIA
ResponderEliminarexcelente informacion, los felicito
ResponderEliminaraii gracias me sirvio mucho la informacion....
ResponderEliminarexcelente informe gracias
ResponderEliminarwuuuuaaaauuuuuuuu...¿??
ResponderEliminarExcelllll¡¡¡¡¡ asi me gustan las paginas de info.
ResponderEliminarno me sirvio para nada noe sutil y tamcien la fotografia es oh god.
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