miércoles, 13 de abril de 2011

MADRES PROCERES - GREGORIA MATORRAS (¿O ROSA GUARU?)

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Karina Bonifatti
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GREGORIA MATORRAS (¿O ROSA GUARÚ?)

…cuando desde el abismo de su idioma quisiera
gritar lo que no puede por imposible y calla…
RAFAEL ALBERTI (Nocturno)
(…)


Le lleva meses al matrimonio acostumbrarse al cambio. Pero el cuarto hijo no tarda en llegar: en 1776 −cuando la Corona inventa ese engendro administrativo llamado Virreinato del Río de la Plata− Gregoria da a luz en Yapeyú a Justo Rufino.

¿Y el prócer?
Nace dos años después, cuando Gregoria Matorras está por cumplir 40 años y Juan 50. Esto si damos fe a que José Francisco de San Martín nació el 25 de febrero de 1778, cosa que no se sabe porque el acta de bautismo[1] resultó ser una invención.

¿Por qué habría de inventarse el acta de bautismo de San Martín?


Para salvar la laguna documental del origen del Padre de la Patria (no solamente se destruyen pruebas, también se fabrican). La verdad es que después que los portugueses incendiaron y saquearon el pueblo de Yapeyú, el 13 de febrero de 1817, el acta de bautismo real nunca se encontró.
Y con esto hay un problema, porque la identidad de San Martín está en disputa: no se sabe si fue el quinto hijo de Gregoria Matorras y Juan de San Martín, o si fue el hijo único de la unión clandestina entre Rosa Guarú y Diego de Alvear.
Sostienen la hipótesis de la madre india diversos documentos y especialmente la tradición oral:



(…)
Se hace demasiado hincapié en que San Martín era un hombre discreto y reservado. Lo era. Pero eso no quiere decir que siempre fuera grave. También era muy vital, gracioso, cuando quería y con quien quería. Probablemente con quien más se riera fuera consigo mismo. Se nota eso en su correspondencia. Por ejemplo, en una carta que Carlos de Alvear le mandó ufanándose de sus propios éxitos, San Martín anotó en el margen una observación burlona: “Ni Napoleón”.[2]
¡Para sí mismo!
Reírse solo también es discreción.
Dicen que San Martín era solitario, que tenía muchos enemigos, ¡pero son buenos signos!


Como sus costumbres: remendaba su ropa y sus zapatos, cosía personalmente los botones de su camisa. Si la mesa de su despacho cojeaba, no compraba otra: le ponía dos patas nuevas. En esto gastó una vez 2 pesos y 4 reales.

[1] Publicada en 1921 por fray Reginaldo de la Cruz Saldaña Retamar en revista Ensayos y rumbos, N° 9 (Buenos Aires); reproducida por Virgilio Martínez de Sucre, La educación del Libertador San Martín, 1950, pág. 7. Rodolfo Pacheco, en 1977, expuso las razones para desechar esa acta de bautismo en el artículo “Una incógnita en la vida del Libertador”, publicado en Todo es Historia, N° 123, argumentando que el propio Saldaña se había rectificado por escrito. Guillermo Polombo, en Revista del Notariado N° 864 (2001) y en Historiografía Rioplatense N° 6 (2002), cita y aclara también el caso. (En Chumbita, El secreto de Yapeyú, pág. 215).
(…)

Un mes después, en septiembre de 1779, el Virrey ordena la libertad de los presos, advirtiéndoles que vivan en orden y previniendo a Juan guardar los fueros de los caciques, que era lo que le correspondía como Teniente Gobernador, y no dar causa a que los naturales se alterasen.
Vamos, Teniente… −más o menos fue el tono.

Gregoria vuelve en noviembre.


Pero los problemas siguen, hay discordias, los indios sospechan que les están robando.
¡Estos indios!
En enero de 1780 se ordena un inventario. Lleva meses.
Juan consigue que el Cabildo de Yapeyú acredite su buen desempeño. Dice el papel: “…ha sido [su gestión administrativa] muy arreglada, y ha mirado nuestros asuntos con amor y caridad sin que para ello faltase lo recto de la justicia y ésta distribuida sin pasión, por lo que quedamos muy agradecidos todos a su eficiencia”.
En enero de 1781, Gregoria se va para siempre de Yapeyú con su familia, no sin antes prometer a Rosa que volverá por ella.
Rosa empieza a esperar.

(…)

1822. El 15 de octubre, Mary Graham recibe en Valparaíso una comitiva encabezada por Centeno. En su diario personal anota que Centeno llegó “acompañado de un hombre muy alto y de buena figura, sencillamente vestido de negro, a quien me presentó como el general San Martín”. De sus ojos: “son oscuros y bellos, pero inquietos; nunca se fijan en un objeto más de un momento, pero en ese momento expresan mil cosas”. De su cara y forma de hablar: “Su rostro es verdaderamente hermoso, animado, inteligente, pero no abierto. Su modo de expresarse, rápido, suele adolecer de oscuridad; sazona a veces su lenguaje con dichos maliciosos y refranes. Tiene grande afluencia de palabras y facilidad para discurrir sobre cualquier materia”.
Mary Graham deja testimonio además del misterio de su nacimiento: “…en Sudamérica se considera a San Martín como de raza mixta” (mixed breed). Y en la versión que publica en Londres dos años después, acota en una llamada al pie: “Nunca he podido averiguar con exactitud ni el lugar de su nacimiento ni su verdadero parentesco”.
Discreción, la de San Martín, pero no gravedad altisonante.
¿Pero de qué hablaba? Esa tarde, cuenta Mary, los contenidos de la conversación fueron cambiando; hablaron de temas filosóficos y religiosos; y al parecer, San Martín y Centeno se burlaron con gusto de frailes, protestantes y deístas. Después comentaron las causas de la revolución en Sudamérica, y tras una breve interrupción para tomar el té, San Martín habló de medicina, lenguas, climas, enfermedades, y por último sobre antigüedades, principalmente del Perú. Acerca de su partida de Lima, contó en esa reunión que solía disfrazarse de paisano para visitar las fondas y oír las charlas callejeras sobre él. Cerciorado de esta manera “de que el pueblo era ahora bastante feliz y no necesitaba ya su presencia”, pudo dar por cumplida su misión.[3]
BIBLIOGRAFÍA

Astesano, Eduardo B., La movilización económica en los ejércitos sanmartinianos, Buenos Aires, El Ateneo, 1951.
Balmaceda, Daniel, Romances turbulentos de la historia argentina, Buenos Aires, Norma, 2007.
Binayán Carmona, Narciso, Historia genealógica argentina, Buenos Aires, Emecé, 1999.
Carranza, Adolfo P., San Martín, Buenos Aires, Imprenta de M. A. Rosas, 1905.
_____, Patricias Argentinas, Buenos Aires, 1910.
Chávez, Fermín, “La historia poco conocida de San Martín”, entrevista en http://www.elhistoriador.com.ar
Chumbita, Hugo, El secreto de Yapeyú, Buenos Aires, Emecé, 2001.
_____, “El viaje del Libertador hacia sus orígenes”, revista Veintitrés, Buenos Aires, 15 agosto de 2002.
Cutolo, Vicente Osvaldo, Nuevo diccionario biográfico argentino (1750-1930), Buenos Aires, Elche, 1975.
Galasso, Norberto, Seamos libres y lo demás no importa nada, Vida de San Martín, Buenos
Aires, Colihue, 2000.
García Hamilton, José Ignacio, Don José, La vida de San Martín, Buenos Aires, Sudamericana, 2000.
Gual í Jaen, Ricardo (Juan García del Río), Biografía del General San Martín, Buenos Aires, Imprenta de la Biblioteca Nacional, 1950.
Lesser, Ricardo, La infancia de los próceres, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2004.
Mansilla, Lucio V., Retratos y recuerdos, Buenos Aires, Paradiso, 2005.
Moreno, José Luis, Historia de la familia en el Río de la Plata, Buenos Aires, Sudamericana, 2004.
Ortega Peña, Rodolofo; Duhalde, Eduardo Luis, El asesinato de Dorrego, Buenos Aires, Peña Lillo Editor, 1965.
Parodi, Lautaro, Leyendas indígenas de la argentina, Buenos Aires, Ediciones Libertador, 2005.
Pasquali, Patricia, San Martín confidencial, Buenos Aires, Planeta, 2000.
Sosa de Newton, Lily, Diccionario biográfico de mujeres argentinas, Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.
Vidas de grandes argentinos, Tomos 1 y 2, Buenos Aires, Ediciones Antonio Fossati, 1960.
wilde, Guillermo, Los guaraníes después de la expulsión de los jesuitas: dinámicas políticas y transacciones simbólicas. Revista Complutense de Historia de América, 2001, 27: 69-106.
www.pagina12.com.ar/especiales/sanmartin/pag07.htm
www.sanmartiniano.gov.ar/ (Instituto Nacional Sanmartiniano)


Otro escenario, enero de 1813: “…el mismo San Martín en persona, disfrazado con un poncho y un sombrero de campesino, seguía desde la orilla con el grueso de su fuerza oculta la marcha de la expedición, acechando el momento de escarmentarla, caminando tan solo de noche para precaverse de los espías” (Mitre).
¿Quién puede asegurar que San Martín no haya ido disfrazado a ver a Rosa Guarú en algún momento de su vida?


(…)
Rosa murió en Aguapé, a dos leguas de Yapeyú, a los 110 años.
El pueblo de Aguapé ya no existe, pero los vecinos tienen identificada su tumba. Uno, Francisco Sampallo, recuerda que cuando era mensual del terreno que ahora en parte es de él, la dueña lo mandaba a limpiar de maleza el campo “desde la tumba de Rosa Guarú”, situada en una esquina del cementerio.
Hay dos lugares más donde podría estar enterrada.
En el viejo cementerio de Aguapé, al pie de su lápida, alguien colocó una cruz de hierro forjado. Son tapias ya grisáceas. No se ven inscripciones. Hay yuyos por todos lados. Es bella la foto.



Karina Bonifatti nació en Mar del Plata en 1967 y es Licenciada en Letras (1998) por la Universidad de Buenos Aires. Desde hace veinte años trabaja como correctora de estilo y redactora para diversas editoriales y medios periodísticos. Actualmente integra la cátedra Edición de publicaciones periódicas en la carrera de Edición (UBA).
Ha publicado notas de crítica literaria y trabajos académicos, entre ellos, La escritura, una emboscada en la primera línea (1992) y Poesía y muerte en los Versos Sencillos de José Martí (1996). Es autora de los libros Hombres abstenerse (Sudamericana, 2001); Que quede entre nosotras (Sudamericana, 2003) y De la Ilíada a Harry Potter (Libros en red, 2006).

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e gusta pensar que, además de ser común en la zona la longevidad, a Rosa le quedó el impulso de la espera, del reencuentro con el hijo, y que por eso le costaba morirse, y se pasó de largo...
 

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