Por Gustavo Torres
Forzadas por las demandas de alimentos más sanos y naturales, las multinacionales farmacéuticas y de la agroalimentación ya no pueden ignorar el uso de especies botánicas en sus productos. En ese aspecto, y ante los efectos adversos de la sacarina, el maltitol, el ciclamatos, el aspartamo, entre otros edulcorantes sintéticos en la alimentación diaria, la tendencia mundial de consumo de endulzantes naturales no calóricos lanzó en una ascendente carrera comercial a la stevia.
La stevia es una planta que crece en estado natural en el noreste de la región oriental del Paraguay, cuya hoja es 30 veces más dulce que el azúcar de caña y su extracto unas 200 veces más, conservando todas las características de los edulcorantes dietéticos y sin contraindicaciones algunas. Los principios activos de las cualidades medicinales y alimentarias del ka’a he’ẽ (expresión guaraní que significa yerba dulce) o Stevia Rebaudiana Bertoni, están siendo registrados por compañías multinacionales como Coca-Cola, Pepsi Cola, Monsanto, Cargill, Roche, Merisant, Pure Circle, Sweet Green Fields (SGF), entre otras, quienes disputan una apetecible porción de los 3,5 mil millones de dólares anuales (datos de la consultora Global Industry Analysts pronosticados en el año 2008 y con tendencia a trepar un 3,5 por ciento anual durante los próximos años) que factura el mercado mundial de los edulcorantes artificiales o “no calóricos”, produciendo alrededor de 20 millones de toneladas de endulzantes químicos.
El mercado mundial del azúcar es de 200 millones de toneladas anuales, mientras el ka’a he’ẽ tiene una producción anual mundial de tan sólo cuatro mil toneladas, según la Red de Inversiones y Exportaciones (REDIEX), organismo dependiente del Ministerio de Industria y Comercio de Paraguay. De acuerdo a este organismo gubernamental, Paraguay apunta a ser el mayor productor y exportador mundial de esteviósidos (extracto de Ka’a he’ë). Sin bien Paraguay es el país originario del vegetal (los guaraníes que habitaban la zona noreste de Paraguay y el sureste brasileño fueron los primeros seres humanos en utilizar esta hierba dulce), la producción mundial actual se concentra en el noreste asiático. Japón es el país que más fábricas procesadoras y extractoras de steviósido posee (alrededor de 25 establecimientos), mientras que en el Paraguay recién en diciembre de 2008 se instaló una planta cristalizadora de stevia (NL Stevia) ligada a la sociedad multinacional Coca-Cola/Cargill, cuyo subsidiario local es el empresario y dirigente deportivo, Nicolás Leoz, quien a su vez anunció la inauguración de una nueva fábrica en sociedad con la firma sueca Granular -la procesadora más grande del país- para agosto de este año.
Dulzura y poder económico
El 17 de diciembre de 2008, la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), aprobó el status de GRAS (reconocimiento de seguridad) para el rebaudiósido-A (presente en la stevia) con 95 por ciento o más de pureza, para ser utilizado como edulcorante de uso general en alimentos y bebidas. Las circunstancias que rodean la aprobación de la “yerba dulce” revelan las lealtades de la agencia con las multinacionales estadounidenses (farmacéuticas agroalimentarias). Cuando la stevia comenzó a surgir en el mercado, la FDA prohibió su comercialización en Estados Unidos favoreciendo a las compañías productoras de edulcorantes artificiales (como el aspartame-Nutrasweet). Confiscaba importaciones de stevia en la frontera destruyendo millones de dólares de productos derivados de la planta. A la sazón, cuando empresas multinacionales ejercieron presión política sobre la FDA (principalmente Coca-Cola y Pepsi) para la aprobación de la stevia por ser un producto novedoso y calificado en el mercado, fue sólo cuestión de tiempo para que este organismo revocara su prohibición y permitiera legalizar la hierba como componente de alimentos y bebidas de uso diario.
En mayo de 2007, Cargill y The Coca-Cola Company se asociaron para comercializar un nuevo producto derivado de la planta del ka’a he’ẽ denominado “Rebiana”. Sigilosamente, al poco tiempo la compañía Coca-Cola presentó 24 pedidos de patentes en Estados Unidos sobre este ingrediente y así desarrollar exclusivamente el edulcorante en bebidas a través de la marca “Truvia™”. Para Cargill, este nuevo negocio representa la oportunidad de mantener exclusividad para comercializar el edulcorante en yogures, cereales, helados y dulces, y desplazar a algunos de sus competidores históricos del sector agroalimentario, tales como Arche-Daniels-Midland Company (ADM), el mayor productor de jarabe de maíz, y NutraSweet. En esta nueva carrera de titanes, esta vez por el uso de la Stevia Rebaudiana, también se anotó la multinacional de bebidas y aperitivos PepsiCo con su versión PureVia, asociándose con Merisant, una compañía creada en el año 2000 como una unidad de negocios independiente de Monsanto dedicada a la producción de endulzantes (Equalsweet, Sucaryl, Chuker y Semblé, entre otras marcas).
El aumento de la demanda de la “yerba dulce” produjo la inclusión de steviol glucósidos en la lista de aditivos alimenticios autorizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y por la Organización Mundial de la Salud (OMS) determinando un Código de Alimentos con el objeto de proteger la salud de los consumidores y asegurar prácticas equitativas en el comercio de los alimentos. Mientras que FDA ya aprobó la stevia como edulcorante cero calorías, aun en varios países de Europa se limita su utilización como suplemento alimentario. No obstante, la Asociación Europea de la Stevia (EUSTAS) insiste por el reconocimiento legal de los steviol glucósidos como aditivo alimentario ante el Comité Científico para Alimentación (SCF) europeo. En junio de 2009, el departamento francés de Sanidad Alimentaria emitió un juicio favorable con relación a la stevia, convirtiendo a Francia en el primer país de la Unión Europea que autoriza el uso del edulcorante natural. La planta y los glucósidos de esteviol ya tienen una larga historia de uso en el Paraguay y Japón. El uso de edulcorantes a base de stevia está aprobado en Japón, Corea, Taiwán, China, Rusia, Australia, Argentina, Nueva Zelanda, Colombia, Perú, Paraguay, Uruguay, Brasil, Malasia, Estados Unidos y Francia. Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) el valor de las plantas medicinales del Sur utilizadas por la industria farmacéutica alcanza unos 32 mil millones de dólares al año sin ninguna retribución a la sociedad.
Stevia, mercado, campesinos e indígenas
Si se partiera de la base de una creciente descampesinización ante el avance de la agricultura comercial latifundista en el Paraguay, cabría preguntarse de quién depende la producción alimentaria del futuro. Para acercarnos a una respuesta, multinacionales como Cargill, Monsanto, ADM, Nestlé, Carrefour, ya determinan qué y cómo se consume y bajo qué precios.
Devolver a las comunidades campesinas e indígenas su capacidad de decisión y control en la producción de alimentos es un gran desafío, en este caso para que la apertura de la stevia en el mercado mundial no termine en manos de unas pocas empresas que manejan globalmente el comercio de alimentos. “El ka’a he’ẽ es una planta bondadosa que la naturaleza nos brindó para beneficiar la salud y la alimentación humana; sin embargo, su explotación desmedida y los constantes desmontes amenazan las últimas reservas nativas”, subraya Mario Rivarola, secretario general de la Organización Nacional de Aborígenes Independientes del Paraguay (ONAI).Rivarola afirma que las comunidades indígenas y campesinas han llegado a domesticar el cultivo de la stevia -para uso medicinal, principalmente- sin perjudicar su equilibrio ambiental, y afirma que la apropiación y mercantilización monopólica de esta planta por parte de las multinacionales en el Paraguay (Monsanto, ADM, Pure Circle, Cargill en Paraguay) perjudicará la producción tradicional de los pequeños productores antes que ofrecerles una oportunidad para salir de la extrema pobreza. En este sentido, la compañía Sweet Green Fields (SGF) ya ha sentado precedentes preocupantes en materia de liderazgo industrial al desarrollar el primer proceso de extracción de alta pureza de la planta en Estados Unidos, llegando a cultivar híbridos de stevia patentados que -según la promoción de la empresa- producen un rendimiento mucho mayor de Reb-A (uno de los componentes de la stevia) por hectárea. La estrategia de las multinacionales agroalimentarias y farmacéuticas es modificar genéticamente la planta para que sólo se produzca endulzante apto para personas con diabetes y anular sus propiedades medicinales, peligrando la existencia del ka’a he’ẽ tal como la naturaleza lo ha proveído debido a la contaminación transgénica. “Como indígenas guaraníes, además de habitar estas tierras, nos sentimos con el derecho de exigir el pago de compensaciones por el uso del ka’a he’ẽ, que luego debe ser traslado para el beneficio de las comunidades más pobres del país”, subraya Mario Rivarola.
Desafíos y amenazas
El proceso de modernización agrícola de los últimos tiempos en el Paraguay ha sido poco benefactor para buena parte de la población rural -casi la mitad de los habitantes del país- debido a la aplicación del modelo de monocultivo agrícola (que se desarrolla como materia prima en enormes extensiones del territorio, sin ningún valor agregado). Al respecto, el ingeniero en ecología humana César Parini, sostiene la necesidad de rescatar experiencias locales y adaptaciones técnicas externas en la producción de la stevia, y priorizar la seguridad alimentaría como concepción biológica del desarrollo adoptando a su vez un sistema multidimensional de medidas económicas, sociales, políticas y culturales. “Ante cualquiera de estos planes de desarrollo, la repartición, el uso racional de la tierra y la tecnología en la producción agrícola serán fundamentales para llevar a cabo una concepción integral del desarrollo”, alega.
Las áreas donde se encuentra la stevia (ejemplares de estos vegetales se encuentran aún en estado silvestre en la región de la Cordillera de Amambay frontera con Brasil), están cada vez más amenazadas por distintos factores endógenos -como la tala arbórea, la explotación ganadera y la expansión de la frontera agrícola sojera- que va remangando miles de hectáreas de bosques nativos. Un creciente proceso de mercantilización de la naturaleza, por medio de una acelerada apropiación genética y nuevas modalidades de explotación comercial de la planta, podría afectar la producción de los trabajadores rurales tradicionales e influiría negativamente en la conservación de la Stevia Rebaudiana Bertoni en su estado natural (teniendo en cuenta que la planta es originaria de una zona semihúmeda -con una precipitación media anual de 1500/1700 mm por año- y posee muy poca resistencia a la sequía). No obstante si se desarrollara dentro de características ambientales como las tradicionales de la población autóctona, el pequeño agricultor podría prescindir del riego artificial para producir stevia domesticada sin afectar a las especies nativas y su equilibrio medioambiental.
A simple vista, la apertura del mercado mundial de la stevia pareciera augurar una oportunidad para el mejoramiento de la calidad de vida de la población rural y de los sectores empobrecidos de las ciudades, mediante su empleo en fábricas y farmacéuticas que utilizarían la materia prima y los componentes del ka’a he’ẽ. Sin embargo, voces como las de la Coordinadora Nacional de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas (Conamuri) dudan de los buenos propósitos de las multinacionales arguyendo que estas buscan extender sus negocios con las transformaciones genéticas de las semillas y plantas. “Desde Conamuri promovemos formas de lucha por nuestra alimentación, salud, soberanía y nutrición de manera solidaria”, afirma su coordinadora, Magui Balbuena. Actualmente la Conamuri realiza ferias y promociona bancos de semillas nativas frente a la utilización de organismos genéticamente modificados. También sostienen campañas contra el uso de los agrotóxicos en los cultivos mecanizados cercanos a las comunidades campesinas e indígenas.
Ante esta apropiación cultural y socio-económica de la stevia y la mercantilización de la naturaleza regional, el Estado paraguayo está lejos aún de diseñar estrategias para el reconocimiento internacional de denominación de origen de la planta, así como un instrumento de diferenciación o título público que le pertenece al Estado a fin de brindar seguridad jurídica y alimentaria a sus ciudadanos. Con estas acciones se protegerían las zonas de cultivo del ka’a he’ẽ en estado natural y concedería una diferenciación del producto procesado, otorgándole valor agronómico a nichos ecológicos, como cadena de valor y promoción de la economía rural campesino-indígena. Esta política gubernamental permitiría la identificación geográfica de la planta para su protección (al ser Paraguay el país originario de la stevia), y reconocería a las poblaciones mencionadas como potenciales productores de esta especie para el beneficio económico del sector y del país. En este sentido, como lo afirma el antropólogo estadounidense Sydney Mintz en su libro Dulzura y Poder, “si el azúcar pasó de ser un lujo extravagante de la aristocracia a ser la dieta cotidiana y necesaria del nuevo proletariado (producto de la extensión del capitalismo y su conexión con las colonias)”, qué le depara a la Stevia Rebaudiana Bertoni, con un pasado de uso indígena y el paradigmático proceso de proyección en el mercado mundial de la alimentación ante demandas de alimentos más sanos y naturales.
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