Ohai: David Galeano Olivera
Luego de siete meses de larga e inhumana espera, los indígenas Ava Guarani liderados por el Mburuvicha Mario Salcedo, fueron expulsados de la Plaza Uruguaya -ese fue su regalo de Reyes- con sus harapos, sus proyectos y con las promesas incumplidas por parte de las autoridades.
No entraré a analizar si los indígenas son culpables o no de la degradación de la Plaza Uruguaya, ni si son los causantes del paisaje sucio y nauseabundo de la zona; como tampoco me interesan las actitudes despectivas y jejapo de mucha gente hacia los indígenas.
Esto no se trata de una cuestión de aseo urbano. Se trata de seres humanos (indígenas) discriminados, incomprendidos y maltratados injustamente.
En esencia, me indigna profundamente la indiferencia de las autoridades nacionales y de la ciudadanía hacia estos hermanos que tienen el mismísimo derecho que tiene cualquiera de nosotros a un pedazo de tierra donde vivir, a una vida digna con pan, salud, educación y trabajo pero siempre en el contexto de su organización social y cultural.
Hace 520 años que vienen siendo expulsados, discriminados, denigrados, reducidos, maltratados, vejados y asesinados. Cuándo será el bendito día en que un grupo de parlamentarios resuelva presentar un proyecto global que -de una vez por todas y por fin- facilite tierras para todas las comunidades indígenas del Paraguay, y así calmar este calvario inmerecido que sufren con sangre, sudor y lágrimas, desde hace tantos años, todos los días de su vida. Que lindo sería que el proyecto que este grupo presente tenga un tratamiento sobre tablas en ambas cámaras y que en corto tiempo ese mandato pueda ser ejecutado a favor de estos prójimos.
Reitero algo que ya mencioné en mis artículos anteriores, ellos no están en la Plaza o en las calles céntricas porque les gusta o porque les encanta o porque son masoquistas. Nadie en su sano juicio querría una vida así y les puedo asegurar que ellos no son la excepción. Con 40 grados de calor, en la plaza o en alguna esquina, con sus hijos mendigando y con los bebés en brazos. No, no creo que exista alguien que aguante eso, sumado a la indiferencia y al desprecio que muchos les ponen de manifiesto.
Creo que todo depende de la voluntad política pues cuando los parlamentarios y los demás políticos se proponen aprobar proyectos santos o no tan santos, lo hacen a la velocidad de la luz; o bien, porqué Itaipu que le pagó un millón de dólares a Il Divo, no demuestra su lado generoso y encamina proyectos de desarrollo sostenible a favor de los pueblos indígenas?. El asunto no es difícil, son las autoridades las que los vuelven difíciles.
Siete meses fueron suficientes para victimizarlos y presentarlos como la peor escoria humana. Qué les costaba a las autoridades darles una atención inmediata?, a fin de evitar la imagen que finalmente se creó de ellos. Hoy el daño -uno más- hacia ellos ya está consumado pues la ciudadanía ya los condenó. Ya de nada sirve que les diga que los indígenas NO son monstruos, no son malos, no son caníbales, no son hijos de Satanás e insisto no viven tirados en las calles o en la plazas porque les gusta… y que, por el contrario, son personas buenas, son seres humanos como cualquiera de nosotros: son padres y madres que crian amorosamente a sus hijos, tienen abuelos y abuelas, que valoran la vida familia, que tienen hambre, tienen sed, sienten calor, tienen frío como cualquiera de nosotros, padecen enfermedades pero que su mayor sufrimiento es la indiferencia que cada día los mata sin piedad y cobardemente. Y pensar que alguna vez fueron dueños de todas estas tierras y hoy después de la masacre y del holocausto que sufrieron a lo largo de la historia, apenas son el 1,5% de la población paraguaya y fueron desalojados inpúnemente de su hábitat. ¡Que mbore es la vida del indígena!.
Estuvimos con ellos en su nuevo local de reducción, en el cuartel militar del Regimiento de Infantería Nº 14 o R.I. 14: nuevo reclusorio de los Ava Guarani. Allí están, entre gente armada, donde no se puede acceder “así nomás”, donde hay que identificarse mostrando la cédula y hay que dejar los autos afuera, tras atravesar dos puestos de guardia. Allí estaban ellos, parecían presos de guerra. Cuesta saber que es peor: la expulsión de la plaza o su reclusión en este cuartel. Que triste.
En nombre del ATENEO DE LENGUA Y CULTURA GUARANI les llevamos unos regalitos. En realidad, nos hubiera gustado entregarles algún titulo de propiedad pero eso no está a nuestro alcance. Nuestros regalitos solamente fueron algunos juguetitos y unos cuantos caramelos. Grande fue nuestra impotencia cuando algunos niñitos se acercaron a pedir más. “Che aipotave” nos decían. Una señora, con un hijo en brazos, nos dijo “che aipota peteî muñeca chéicha tuicháva, che mba’erâ”. Otra señora nos reclamó una pelota para que también las mujeres adultas jueguen “ore avei roha’âse”, nos dijo. El Mburuvicha Mario Salcedo participó con nosotros de la entrega de los regalos.
Encontramos a otros indígenas mendigando en Eusebio Ayala y Bartolomé de las Casas, en Mariscal López y Curva de la Muerte y en Yvera, San Lorenzo. Todos ellos con sus criaturas y bebés en brazos, en pleno mediodía, con casi 40 grados de calor, pero sin perder la decencia ya que por cada regalo recibido nos respondieron con un “muchas gracias”.
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Leer original (hacer clic) en: http://cafehistoria.ning.com/profiles/blogs/que-mbore-los-ind-genas...
No entraré a analizar si los indígenas son culpables o no de la degradación de la Plaza Uruguaya, ni si son los causantes del paisaje sucio y nauseabundo de la zona; como tampoco me interesan las actitudes despectivas y jejapo de mucha gente hacia los indígenas.
Esto no se trata de una cuestión de aseo urbano. Se trata de seres humanos (indígenas) discriminados, incomprendidos y maltratados injustamente.
En esencia, me indigna profundamente la indiferencia de las autoridades nacionales y de la ciudadanía hacia estos hermanos que tienen el mismísimo derecho que tiene cualquiera de nosotros a un pedazo de tierra donde vivir, a una vida digna con pan, salud, educación y trabajo pero siempre en el contexto de su organización social y cultural.
Hace 520 años que vienen siendo expulsados, discriminados, denigrados, reducidos, maltratados, vejados y asesinados. Cuándo será el bendito día en que un grupo de parlamentarios resuelva presentar un proyecto global que -de una vez por todas y por fin- facilite tierras para todas las comunidades indígenas del Paraguay, y así calmar este calvario inmerecido que sufren con sangre, sudor y lágrimas, desde hace tantos años, todos los días de su vida. Que lindo sería que el proyecto que este grupo presente tenga un tratamiento sobre tablas en ambas cámaras y que en corto tiempo ese mandato pueda ser ejecutado a favor de estos prójimos.
Reitero algo que ya mencioné en mis artículos anteriores, ellos no están en la Plaza o en las calles céntricas porque les gusta o porque les encanta o porque son masoquistas. Nadie en su sano juicio querría una vida así y les puedo asegurar que ellos no son la excepción. Con 40 grados de calor, en la plaza o en alguna esquina, con sus hijos mendigando y con los bebés en brazos. No, no creo que exista alguien que aguante eso, sumado a la indiferencia y al desprecio que muchos les ponen de manifiesto.
Creo que todo depende de la voluntad política pues cuando los parlamentarios y los demás políticos se proponen aprobar proyectos santos o no tan santos, lo hacen a la velocidad de la luz; o bien, porqué Itaipu que le pagó un millón de dólares a Il Divo, no demuestra su lado generoso y encamina proyectos de desarrollo sostenible a favor de los pueblos indígenas?. El asunto no es difícil, son las autoridades las que los vuelven difíciles.
Siete meses fueron suficientes para victimizarlos y presentarlos como la peor escoria humana. Qué les costaba a las autoridades darles una atención inmediata?, a fin de evitar la imagen que finalmente se creó de ellos. Hoy el daño -uno más- hacia ellos ya está consumado pues la ciudadanía ya los condenó. Ya de nada sirve que les diga que los indígenas NO son monstruos, no son malos, no son caníbales, no son hijos de Satanás e insisto no viven tirados en las calles o en la plazas porque les gusta… y que, por el contrario, son personas buenas, son seres humanos como cualquiera de nosotros: son padres y madres que crian amorosamente a sus hijos, tienen abuelos y abuelas, que valoran la vida familia, que tienen hambre, tienen sed, sienten calor, tienen frío como cualquiera de nosotros, padecen enfermedades pero que su mayor sufrimiento es la indiferencia que cada día los mata sin piedad y cobardemente. Y pensar que alguna vez fueron dueños de todas estas tierras y hoy después de la masacre y del holocausto que sufrieron a lo largo de la historia, apenas son el 1,5% de la población paraguaya y fueron desalojados inpúnemente de su hábitat. ¡Que mbore es la vida del indígena!.
Estuvimos con ellos en su nuevo local de reducción, en el cuartel militar del Regimiento de Infantería Nº 14 o R.I. 14: nuevo reclusorio de los Ava Guarani. Allí están, entre gente armada, donde no se puede acceder “así nomás”, donde hay que identificarse mostrando la cédula y hay que dejar los autos afuera, tras atravesar dos puestos de guardia. Allí estaban ellos, parecían presos de guerra. Cuesta saber que es peor: la expulsión de la plaza o su reclusión en este cuartel. Que triste.
Mburuvicha Mario Salcedo (Ava Guarani)
En nombre del ATENEO DE LENGUA Y CULTURA GUARANI les llevamos unos regalitos. En realidad, nos hubiera gustado entregarles algún titulo de propiedad pero eso no está a nuestro alcance. Nuestros regalitos solamente fueron algunos juguetitos y unos cuantos caramelos. Grande fue nuestra impotencia cuando algunos niñitos se acercaron a pedir más. “Che aipotave” nos decían. Una señora, con un hijo en brazos, nos dijo “che aipota peteî muñeca chéicha tuicháva, che mba’erâ”. Otra señora nos reclamó una pelota para que también las mujeres adultas jueguen “ore avei roha’âse”, nos dijo. El Mburuvicha Mario Salcedo participó con nosotros de la entrega de los regalos.
Encontramos a otros indígenas mendigando en Eusebio Ayala y Bartolomé de las Casas, en Mariscal López y Curva de la Muerte y en Yvera, San Lorenzo. Todos ellos con sus criaturas y bebés en brazos, en pleno mediodía, con casi 40 grados de calor, pero sin perder la decencia ya que por cada regalo recibido nos respondieron con un “muchas gracias”.
Pero bueno, y para satisfacción de los indiferentes y de los "ciudadanos pulcros"… ya la plaza fue desalojada y empezó el enrejado, se podrán más bancos, se llenará de plantas y de flores y la GENTE (NO INDÍGENA) podrá pasearse a sus anchas en esa selva aromada… por supuesto, ya sin la presencia de los indígenas sucios y haraganes. ¡Que mbore! Hasta cuando seguirá el calvario indígena?
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